Hace mucho tiempo, en un pueblito perdido en las montañas vascas, vivía una joven llamada Ane. Era una chica guapa, con el pelo largo y negro como la noche y los ojos tan verdes como los campos que rodeaban su hogar. Ane siempre había sentido una conexión especial con la naturaleza, y le encantaba explorar los montes y los bosques que rodeaban su pueblo.
Un día, mientras caminaba por un sendero en el bosque, Ane escuchó un canto extraño que nunca había oído antes. Siguiendo la melodía, llegó a una cueva oculta entre las rocas. Ane no era miedosa, así que decidió entrar y ver qué había dentro.
Al adentrarse en la cueva, Ane descubrió un rincón mágico lleno de luces brillantes y colores deslumbrantes. Y allí, en el centro de todo ese espectáculo, estaba Mari, la Diosa de la Naturaleza. Mari tenía la forma de una mujer hermosa, con un vestido hecho de plumas y cabello largo y rojo como el fuego. Ane se quedó boquiabierta al verla.
Mari le sonrió a Ane y le dijo que había escuchado sus deseos de proteger la naturaleza y de ayudar a su pueblo. La diosa decidió otorgarle un regalo: un collar mágico con una piedra que brillaba con los colores del arcoíris. Mari le explicó que ese collar tenía el poder de traer paz y prosperidad a su pueblo, pero que debía usarlo con sabiduría y nunca caer en la tentación de abusar de su poder.
Ane, agradecida y emocionada, prometió honrar el regalo de Mari y usarlo solo para el bien de su pueblo. Cuando regresó a su casa, Ane compartió la historia de su encuentro con Mari y mostró el collar mágico a todos en el pueblo. La gente comenzó a tratarla con respeto y a pedirle consejo sobre cómo cuidar mejor de la naturaleza y de sus vecinos.
Durante años, Ane utilizó el poder del collar de Mari para ayudar a su pueblo a prosperar, siempre manteniendo su promesa de usarlo sabiamente. Pero un día, un forastero llegó al pueblo y se enamoró de Ane. El forastero era ambicioso y manipulador, y convenció a Ane de que podría usar el poder del collar para volverse ricos y poderosos.
Ane, cegada por el amor y la ambición, comenzó a usar el collar para conseguir riquezas y poder para ella y su amado. Pero al hacerlo, rompió la promesa que había hecho a Mari, y la diosa se enfureció.
Una noche, mientras Ane y el forastero celebraban su riqueza y poder en una gran fiesta, la cueva de Mari comenzó a temblar y a llenarse de humo negro. Mari, enojada por la traición de Ane, decidió castigarla. La Diosa se transformó en una serpiente gigante y salió de su cueva en busca de Ane. Cuando llegó al pueblo, la gente temblaba de miedo ante la terrible criatura que se les presentaba.
Mari encontró a Ane en medio de la fiesta y, mirándola directamente a los ojos, le dijo que había traicionado su confianza y había permitido que su amor y ambición corrompieran el regalo que le había dado. Ane, arrepentida y llorando, suplicó a Mari que perdonara sus errores y le prometió que nunca más usaría el collar con fines egoístas.
Mari, aunque enojada, era compasiva y decidió darle a Ane una segunda oportunidad. La Diosa le quitó el collar mágico y le dijo que debería aprender a ayudar a su pueblo y proteger la naturaleza sin depender de poderes mágicos. Ane aceptó la lección y prometió cambiar sus caminos.
Después de ese día, Ane se dedicó a enseñar a su pueblo a cuidar de la naturaleza y a vivir en armonía con el entorno. Aprendieron a respetar los bosques y los animales y a no tomar más de lo que necesitaban para vivir. El pueblo prosperó y se volvió más fuerte que nunca, no por la magia, sino por el amor y la sabiduría que Ane compartió con ellos.
La leyenda de Ane y la Diosa Mari se convirtió en una historia popular en el País Vasco, recordándoles siempre la importancia de proteger la naturaleza y vivir en armonía con el entorno. Y aunque el collar mágico desapareció para siempre, la esencia de Mari siguió viviendo en cada montaña, río y bosque del País Vasco, protegiendo a su pueblo y velando por la tierra que tanto amaba.